Rumbo a Bahia inglesa, desde pan de azúcar son 160 km, en el camino hay varias personas que nos saludan y nos tocan la bocina, sacan la mano dando un gesto de gracia y sorpresa. Con un paisaje similar al de mas de 3 mil kilómetros llegamos a Bahia Inglesa, un lugar bastante transitado por el turismo local, bañado por el sol austral y el frio viento costero. Nosotros siempre cerca del sol para no enfriarnos y una par de abrigos, pasamos una larga tarde acompañados de varias personas que se nos acercaban al notar nuestro acento colombiano, para nosotros neutral, pero para ellos bastante notorio.
Aun con el verano por estos lugares, las personas se bañan en el mar “no entendemos como” pero lo hacen, se broncear y caminan de un lugar a otro, el mar es claro y de tonalidad azulosa, con windsurfistas y kitesurfistas gozándose el viento y la hermosa vista, la arena blanquecina, la bahía amplia y delicada.
En chile nada es económico, claro que la tranquilidad y la seguridad paga cualquier gasto, asi como dice la propaganda, “hay cosas que el dinero no puede comprar, para lo demás existe la credit card.” Cenamos en un restaurante sencillo y con una comida buena, un poco desabrida para nuestro gusto, al llegar la cuenta no quisimos ni pensar cuanto era el cambio en dólares ni en pesos colombianos, ya esta operación es mejor no hacerla, se pueden llevar sorpresas no muy gratas.
Después de preguntar sobre un lugar para acampar, nos recomiendan ir más al sur de la bahía, donde se puede acampar gratis. Con la calle un poco oscura llegamos, con varias casas camper cerca ninguna como lunita, nos situamos a 5 o 6 metros de las olas agitadas y sonoras del océano pacifico con la oscuridad de la noche y la luna casi llena que se iluminaba en el mar como espejo y el frio acostumbrado, después del cine al estilo suramerica de costa a costa, levantamos la carpa y nos vamos a dormir. Era una hermosa noche, el cielo despejado, con vista a las estrellas y la luna casi llena, definitivamente una hermosa noche. Me despierto a las pasadas las 3:30 am, con un gran remesón, con un movimiento de la Kombi de lado a lado que no paraba, después de varios segundos de poder despertar y salir del sueño que tenia, entiendo que la tierra se está moviendo por un largo momento y bruscamente, las aves lo saben y lo muestran haciendo fuertes sonidos llamando a las otras para ponerse a salvo. Despierto a Jorge y le digo que esta temblando, el confundido y tal vez aun soñando me dice que es el viento que mueve el carro y sigue durmiendo. Realmente me hizo dudar de mi percepción corporal y vestibular. No sabemos en qué momento después del movimiento un carro se ubicó cerca al nuestro y tocan nuestra ventana enérgicamente, el señor nos dice con la tranquilidad caracterizada por los chilenos que había ocurrido un terremoto con epicentro en Concepción y se había generado alerta de tsunami, que debíamos salir de allí.
El susto fue indescriptible, la madrugada ya era muy oscura, bajamos las cosas de la cama, entramos las bicicletas, prendimos a lunita y salimos de la playa, con mucho frio y tiritando rumbo a cualquier parte confundidos y asustados, encendemos la radio, pero no hay ninguna emisora, tratamos de llamar por teléfono celular pero no salen llamadas. Se veía mucho movimiento vehicular hacia el sur y norte, por lo que toco tomar la decisión de hacia dónde dirigirnos. Después de discutirlo vamos rumbo al sur a Copiapó, con la carretera costera por varios kilómetros y pendientes de si el mar sufría algún cambio notorio o si se nos venia la ola gigante tipo película del fin del mundo, fue un momento de gran suspenso.
Ya con varios metros sobre el nivel del mar y alejándonos de la playa nos sentimos a salvo y nos tranquilizamos, llegamos a Copiapó a 65 kms de bahía inglesa, nos estacionamos en la bomba de gasolina y después de dos horas logramos escuchar por una emisora Argentina por am sobre la tragedia, lejos imaginamos lo que en realidad había sido. La cuidad estaba sin energía electrica, sin teléfono, sin agua y sin internet, mejor dicho todos incomunicados. Nosotros preocupados por lo que podía estar imaginando nuestra familia en Colombia, tratamos de buscar cómo llamar pero era imposible, Varias horas después logramos encontrar en el centro un local que tenia conexión a internet y encontramos a mi hermana Triki conectada que muy preocupada me escribe pensando que algo nos había podido ocurrir, después de tranquilizarla, va llamando a todo el resto de la familia.
Después de ver la terrible tragedia por varios programas de televisión y noticieros, vamos rumbo al sur, planificando plan de contingencia en caso de replicas o tsunami. Llegamos a Vallenar 168 kms mas al sur, nos instalamos en una estación de gasolina que estaba con colas de vehículos interminables para abastecerse de combustible, donde descansamos el agitado y temido 27 de febrero.
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Aun con el verano por estos lugares, las personas se bañan en el mar “no entendemos como” pero lo hacen, se broncear y caminan de un lugar a otro, el mar es claro y de tonalidad azulosa, con windsurfistas y kitesurfistas gozándose el viento y la hermosa vista, la arena blanquecina, la bahía amplia y delicada.
En chile nada es económico, claro que la tranquilidad y la seguridad paga cualquier gasto, asi como dice la propaganda, “hay cosas que el dinero no puede comprar, para lo demás existe la credit card.” Cenamos en un restaurante sencillo y con una comida buena, un poco desabrida para nuestro gusto, al llegar la cuenta no quisimos ni pensar cuanto era el cambio en dólares ni en pesos colombianos, ya esta operación es mejor no hacerla, se pueden llevar sorpresas no muy gratas.
Después de preguntar sobre un lugar para acampar, nos recomiendan ir más al sur de la bahía, donde se puede acampar gratis. Con la calle un poco oscura llegamos, con varias casas camper cerca ninguna como lunita, nos situamos a 5 o 6 metros de las olas agitadas y sonoras del océano pacifico con la oscuridad de la noche y la luna casi llena que se iluminaba en el mar como espejo y el frio acostumbrado, después del cine al estilo suramerica de costa a costa, levantamos la carpa y nos vamos a dormir. Era una hermosa noche, el cielo despejado, con vista a las estrellas y la luna casi llena, definitivamente una hermosa noche. Me despierto a las pasadas las 3:30 am, con un gran remesón, con un movimiento de la Kombi de lado a lado que no paraba, después de varios segundos de poder despertar y salir del sueño que tenia, entiendo que la tierra se está moviendo por un largo momento y bruscamente, las aves lo saben y lo muestran haciendo fuertes sonidos llamando a las otras para ponerse a salvo. Despierto a Jorge y le digo que esta temblando, el confundido y tal vez aun soñando me dice que es el viento que mueve el carro y sigue durmiendo. Realmente me hizo dudar de mi percepción corporal y vestibular. No sabemos en qué momento después del movimiento un carro se ubicó cerca al nuestro y tocan nuestra ventana enérgicamente, el señor nos dice con la tranquilidad caracterizada por los chilenos que había ocurrido un terremoto con epicentro en Concepción y se había generado alerta de tsunami, que debíamos salir de allí.
El susto fue indescriptible, la madrugada ya era muy oscura, bajamos las cosas de la cama, entramos las bicicletas, prendimos a lunita y salimos de la playa, con mucho frio y tiritando rumbo a cualquier parte confundidos y asustados, encendemos la radio, pero no hay ninguna emisora, tratamos de llamar por teléfono celular pero no salen llamadas. Se veía mucho movimiento vehicular hacia el sur y norte, por lo que toco tomar la decisión de hacia dónde dirigirnos. Después de discutirlo vamos rumbo al sur a Copiapó, con la carretera costera por varios kilómetros y pendientes de si el mar sufría algún cambio notorio o si se nos venia la ola gigante tipo película del fin del mundo, fue un momento de gran suspenso.
Después de ver la terrible tragedia por varios programas de televisión y noticieros, vamos rumbo al sur, planificando plan de contingencia en caso de replicas o tsunami. Llegamos a Vallenar 168 kms mas al sur, nos instalamos en una estación de gasolina que estaba con colas de vehículos interminables para abastecerse de combustible, donde descansamos el agitado y temido 27 de febrero.
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